viernes, 6 de abril de 2018

La revolución de las cloacas...

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Ya está, se terminó la revolución. El gobierno central ha ganado. Todos nuestros líderes presos. Todos los simpatizantes de la causa presos, exiliados o desaparecidos. Los medios de comunicación secuestrados.
Han ganado, ellos tienen el poder y lo han demostrado.
Ahora estoy en la cama, pensando. ¿Qué haré mañana? Ya no hay trabajo. La mitad de las empresas han huido, a las otras las han acusado de simpatizar con la revolución y las han obligado a cerrar.
Oigo de lejos unos truenos, se acerca tormenta.
Cada vez está más cerca la tormenta y los truenos se oyen más fuerte, pero son extraños. Uno se oye muy fuerte, ha caído muy cerca. Se oyen las alarmas de los coches pitando como locas. Me levanto. Me asomo al balcón...
¡Dios mio! La ciudad está en llamas. Los truenos no son tal, son explosiones. ¡¡BOMBAS!! La aviación nos está bombardeando. Me meto en casa, me visto y salgo a la calle. Hay fuego por todos lados. Mujeres y niños lloran ante ruinas y escombros. Me pego contra la pared del edificio. Todavía no me lo creo. No hubo aviso previo. No hubo ningún tipo de alarma, como salen en todas las películas. Tan solo muerte y destrucción. El bombardeo no cesa. Se intensifica en el centro de la ciudad. Donde está el ayuntamiento. Donde antes estaban nuestros políticos. Esos que ahora están encarcelados. Recorro mi barrio medio ido. No se que hacer. La muerte llega desde el cielo y solo puedo esperar que me toque. Una serie de explosiones suena detrás mio, me giro y varias bombas han caído cerca. Mi edificio está medio derruido. Supongo que por las explosiones o por las sacudidas, quien sabe, el edificio de al lado mio se derrumba también. Como puedo salto a la carretera y evito casi todos los escombros. Alguna piedra me da y estoy cubierto de polvo y cristales. Pero nada grave. Pequeñas heridas. Cuando el ruido del derrumbe cesa me levanto. He tenido suerte. Entre los escombros se ven brazos y piernas saliendo de entre las piedras.
Empiezo a andar, cada vez más desorientado. Oigo gritos y llantos pero no distingo de donde vienen. Parece que vengan de lejos, como si yo estuviera en el fondo de una piscina. De golpe algo me retiene. No puedo seguir andando. Miro hacia abajo y alguien sujeta mi brazo. Un tipo gritandome me quiere arrastrar a unas ruinas ¿que quiere? Entonces el sonido va volviendo a hacerse real. Grita algo como que necesita ayuda, que su mujer está debajo de los escombros. Me dejo llevar a donde me guía el hombre. Y primero despacio, como en un sueño. Luego más rápido voy sacando piedras del montón. Más gente se nos une en el trabajo y pronto empezamos a escuchar los gritos de una mujer debajo de las piedras. Eso nos anima a seguir. Al final conseguimos sacar a la mujer de debajo de las piedras, tiene las piernas partidas. La ponemos apoyada junto a un muro y su marido se queda a su lado, llorando de la alegría de que este viva, esperando a que me vengan los servicios sanitarios.
Yo me aparto un poco y miro como están las calles. El fuego se levanta por encima de los edificios que permanecen en pie. Oigo a lo lejos aviones que se acercan de nuevo y nuevas explosiones se acercan hacia donde estoy yo. Instintivamente empiezo a correr hacia el lado opuesto. No se hacia donde corro pero tengo la sensación que será mejor que quedarme donde estaba. Entonces veo una gente que se mete por el hueco de una alcantarilla, y sin saber bien porque me meto dentro con ellos.
Cierro la tapa detrás de mi, viendo mi ciudad en llamas. Empiezo a bajar por una escalera metálica de mano y en antes de llegar abajo una fuerte sacudida me hace agarrarme con fuerza para no caerme. Debía de ser alguna bomba que explotó cerca. Cuando llego al final de la escalera me encuentro en un túnel de metro cincuenta, metro sesenta de alto. La gente se aleja en una dirección y yo, sin tener ni idea de lo que hago, voy tras ellos.
Tras un rato de ir medio andando, medio corriendo encorvado llegamos a una bifurcación. Un pequeño túnel asciende por el lado izquierdo y la gente se va metiendo por el. Este túnel es más pequeño y hay que ir gateando. Nos metemos en el. Tras un rato en esa posición, mi sentido del olfato y del asco se empiezan a activar. Voy hecho un cromo entre los restos de edificio y la mierda de la cloaca que llevo pegada encima.
Al final del túnel aparecemos en uno más grande, y en el que hay un par de vías de tren. Andamos un poco más y en un recodo vemos a más gente. Están sentados, tumbados por el túnel. Tienen linternas de gas y botellas de agua. Agua, no creía que pudiera tener tanta sed hasta que he visto las botellas. Tal como llegamos nos dan para beber y mantas para que nos tapemos. La verdad es que allí abajo hace bastante frio. Busco un rincón libre y me acurruco con mi agua y mi manta.
Con la bajada de la adrenalina viene el cansancio y con ello el sueño. Estoy intentando aguantar y dos cosas me pasan por la cabeza antes de dormirme una que es curioso que siempre hay alguien preparado para estas situaciones con equipo de supervivencia, y dos, la última imagen que vi de mi ciudad antes de meterme en la alcantarilla.
Mi ciudad está en llamas.
Barcelona ha sido bombardeada.

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