martes, 11 de septiembre de 2018

La revolución de las cloacas 8!!!

Con el ruido de las armas nos detenemos. Y contenemos el aliento. Durante unos segundos interminables, varias ideas me recorren la mente. ¿la resistencia? ¿Militares? ¿Gente asustada con armas? No sé que me parece peor. Intento escudriñar en la oscuridad en busca de la gente que nos ha dado el alto, pero no veo nada. Nos grita:

-¿Quienes sois? ¿De dónde venís? 
 
Marta contesta por mí.

-No somos nadie, tan solo nos protegemos bajo tierra de los bombardeos. No queremos problemas. Si os parece, seguiremos nuestro camino, si no queréis que sigamos por aquí daremos la vuelta y seguimos por por otro lado. 
 
Otro silencio...

-¡Seguir adelante! os queremos ver más de cerca.
 
Seguimos andando y nos encontramos un chico al lado de la pared con un frontal iluminando. A su lado hay una escalera metálica pegada a la pared. Nos indica que subamos. Esta vez yo voy primero seguido de las chicas y en medio de ellas la niña. Subimos una planta y tras nosotros sube el chico. Cierra una trampilla detrás nuestro. Alguien enciende una pequeña luz que ilumina tenuemente la habitación. No es una sala muy grande, las paredes negras del hollín del metro. Al fondo se intuye una puerta que da a otra sala. A nuestra derecha hay una ventana tapada que debe dar a las vías. A la izquierda hay un pared que debería ser el techo del túnel. Todo esto lo intento adivinar contando los movimientos que hemos hecho, ya que no se a ciencia cierta donde van a parar estas salidas. En esta sala no hay mobiliario solo una mesa con una luz de gas y dos hombres y una mujer armados, que nos apuntan. No llevan uniformes y van igual de sucios que nosotros. Uno de los hombres dice.

- ¿Qué hacéis aquí abajo?
- Intentamos sobrevivir, como vosotros - le digo.
- ¿porque no habéis salido fuera? Porque no habéis huido a las montañas
- Yo vengo empujado por los bombardeos, y los ataques de los militares. No he tenido muchas opciones para elegir.

Otro silencio, se miran entre ellos y la mujer nos dice.

- Está bien. Aquí tenéis un punto de inflexión. Podéis decidir qué hacer. O os quedáis con nosotros e intentar sobrevivir contraatacando, o seguís adelante vuestro camino.

Anna dice que no tendría problemas para quedarse si no fuera por la Mariona, no quieren dejarla ya que a la niña no le queda más familia.

- Como quieras, pero necesitamos gente aquí que colabore en la lucha. Nos irían bien más manos para trabajar.

Las chicas hablan entre ellas y después acceden.

- Está bien, yo también me quedo- les digo yo.

Yo no soy un soldado, ni quiero luchar. Estoy en esta situación porque me han obligado. La verdad es que estoy harto de ir corriendo de un lado para otro con la cabeza gacha. De momento me quedaré en este grupo, pero mi prioridad es sobrevivir. Evidentemente, mis razones reales no se las he dicho, no creo que me aceptaran de buen agrado si fuera sincero del todo.

Nos dicen que les sigamos. Abren la puerta que hay detrás y unas escaleras nos bajan hasta una sala. Hemos bajado bastante, yo diría que casi dos pisos. Ahora ya estoy completamente desorientado, no tengo ni idea de donde estamos.

La sala es bastante amplia, hay bastante gente aquí abajo. Vamos caminando entre ellos y las caras, tristes, preocupadas, nos devuelven las miradas. Parece que está gente esté viviendo aquí abajo. Hay grupos esparcidos por toda la sala. En el suelo tienen agrupadas sus pocas pertenencias junto a ellos, o debería decir junto a ellas, la mayor parte de lo que veo son mujeres y niños. El aire aquí está muy viciado, por la falta de ventilación. Al fondo hay un grupo de personas hablando, de pie, alrededor de una mesa llena de papeles. Cuando nos acercamos vemos que esos papeles son algún tipo de mapa aunque no tengo ni idea de cómo interpretarlos. Al llegar hasta ellos, los que nos han acompañado hasta aquí, hablan con ellos y nos presentan.

- Está bien -me dicen- ahora mismo estamos preparando una escuadra en la que podrás encajar. Vamos a ir hasta el Prat a buscar comida, allí tenemos un grupo que se está encargando de aprovisionarse para abastecernos.

Acepto ir con ellos y me presenta a Dani, el jefe de la escuadra, que nos llevará hasta el Prat. Se ofrece a llenarme la botella y a darme una linterna. Acepto el agua y le doy las gracias por la linterna, pero todavía conservo la mía.

Me despido de las chicas. Espero volver y encontrarlas. Pero la verdad, ahora mismo, no tengo claro que pueda suceder ninguna de las dos cosas. Nos abrazamos y Anna me da una de sus pulseras.

- Eres un buen tipo, te la dejo. ¡Más te vale que me la devuelvas!

Nos abrazamos y nos despedimos.

Me voy a la puerta de entrada donde el grupo de buscadores de comida se va reuniendo y preparando para salir. Al rato, dice Dani:

- Bien ya estamos todos. Para los que no lo sepáis, la idea es ir siguiendo la red de metro bajo tierra hasta donde podamos. Después saldremos e intentaremos conseguir un vehículo en la superficie. Ir bajo tierra será peligroso, pero lo peor nos esperara cuando salgamos. No tenemos muy claro cuántas tropas hay en la ciudad, ni que espacios controlan. Pero seguro que las zonas de l'Hospitalet, Cornellá, etc... estarán menos protegidas que el centro de la ciudad. Así que habrá que ir con mucho cuidado. ¡Vamos!

Subimos las escaleras que nos llevaron hasta aquí y pasamos por la sala de la luz de gas. Allí nos saludan los tres vigilantes y el chico, que nos abre la trampilla para que podamos bajar. Uno a uno vamos bajando hasta las vías. Y cuando estamos todos empezamos a andar. Somos un grupo de 12 personas y solo tres llevan armas a la vista. Dos delante y uno detrás. A mí me dejan en medio.

- En tu primer día no te vamos a dejar que te expongas mucho, jeje- me dice un tipo que mastica chicle compulsivamente

Cuando llevamos un rato andando llegamos a una estación. Lentamente nos acercamos y uno de los del grupo se adelanta para ver quien hay ahí, ya que se escucha ruido de gente. Cuando vuelve habla en susurros con Dani, este se gira y nos dice entre más susurros.

- Parece que hay gente en la parada. No tienen pinta de soldados, pero estad atentos.

Vamos cruzando por la estación a través de las vías sin problemas. La gente nos mira, pero ya tienen bastantes problemas como para buscarse más. Seguimos nuestro camino bajo los túneles. El tiempo se hace eterno. Cada mucho vamos cruzando estaciones. Siempre con cuidado. Siempre viendo caras asustadas. Cuando ya no puedo más con mi alma de tanto andar, se detienen. Se paran delante de una puerta metálica. Otro de los chicos, el más grande se acerca a la puerta con una barra de hierro y revienta el candado. Dani entra primero. Al poco saca la cabeza y nos dice que pasemos. Cuando estamos todos cierra la puerta. Es un cuartito minúsculo en que cabemos bastante justos. Debe de ser algún tipo de habitación donde van a parar los cuadros de luces.

- Llevamos mucho rato andando, nos irá bien descansar un rato. Pararemos 30 minutos – Dice mientras se sienta en el suelo.

Todos hacemos lo mismo, nos sentamos y miramos de encontrar una postura cómoda que no implique poner los pies encima de las piernas de nadie. Resulta difícil pero al final lo conseguimos. Yo, como viene siendo normal, me duermo casi al momento. Treinta minutos de descanso, sin tener que estar vigilando que no me maten, para mi es un lujo.

El masticador de chicle me da un codazo y me despierto. Todos se están levantando y preparando para seguir. Me levanto y le doy un trago al agua. El masticador, que casi parece ya mi canguro, me da un chicle.

- Así se engaña al estomago – me dice

Me doy cuenta de que me gruñen las tripas, y recuerdo que ya hace mucho que no he hecho una comida decente... ni un sueño decente... ni una ducha decente... esto último ya me preocupa menos. Parece que me esté acostumbrando a la suciedad de los túneles y de las cloacas en mi cuerpo.
Reanudamos la marcha. No tengo claro cuanto camino llevamos andado y mi desconocimiento de las lineas de metro tampoco ayuda. Veo pasar nombres de estaciones y no tengo ni idea de donde estamos. Yo siempre he sido más de superficie, bus, taxi, trambaix, jajaja. Ahora estoy haciendo todo el recorrido subterráneo que no he hecho en mi vida.

Otra estación. Parece todo correcto y seguimos. Cuando estamos casi todos dentro:

-¡Alto! - Nos gritan- ¡Todos de rodillas con las manos en la cabeza!.

Esta vez si que es el ejercito. Los dos que van armados delante abren fuego y después el que está al final del grupo también. Los soldados les devuelven los disparos , aunque tarde, supongo que no esperaban que disparásemos. Ya salgo corriendo hacía atrás, buscando la seguridad de la oscuridad del túnel. No creo que los soldados me reciban con los brazos abiertos después de que hayamos disparado contra ellos. Corro como un loco sin mirar atrás. Y más adelante encuentro una bifurcación no recuerdo por donde veníamos, estaba demasiado absorto en mis cosas, así que cojo el camino de la izquierda y sigo corriendo. Al poco rato el pecho me palpita y los pulmones me arden. Tengo que parar. Escucho el ruido de alguien corriendo detrás mio pero yo ya no puedo correr más. Apago la linterna y me escondo en una hendidura del túnel. Los pasos se acercan rápidamente. Parece que solo es una persona corriendo. El corazón me palpita hasta estar a punto de salirse del pecho. Intento contener la respiración, pero mis pulmones exigen una gran dosis de oxigeno para recuperarme de la carrera. Oigo mi respiración por encima del ruido de la carrera de mi perseguidor...

¡¡Me van a coger!!

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