martes, 25 de diciembre de 2018

Encerrado en mi altillo...

Despertarse, en un nuevo día, cuando el año ya llega a su fin.
Miro hacia atrás, compruebo como he dejado a mi querido/odiado altillo y estoy satisfecho. He conseguido sobrevivir un año más en ésta ciudad de caos y malvivir.
Sé que el tiempo llega a su fin, la ciudad no tardará en ser consumida por ellos. Ahora ya no me buscan a mí. Han encontrado una presa más atractiva, más sabrosa, más numerosa. Me tomaban por loco, por demente. Me querían sacar de aquí y meterme en un hospital... Pero no les dejé. Ahora el problema lo tienen ellos, ahora van a por ellos y al final los consumirán. Conmigo lo intentaron de la misma forma, intentaron entrar en mi vida como amigos, como salvadores, pero yo ya sabía sus verdaderas y oscuras intenciones. Querían controlar mi vida. Querían que viviese como ellos decían y querían que dejara todo para empezar de nuevo. En su nuevo mundo. En su nueva era de razas limpias y puras. En ese mundo donde no hay lugar para la pena, la lastima ni la compasión. Ese mundo... donde el odio y la intransigencia gobierna y dirige los actos de la sociedad. Pero no, yo no fui con ellos, no me dejé atraer con sus falsas sonrisas y sus vidas fáciles.
Hoy, después de un año de recuperación, me puedo sentar y esperar. Compruebo mis cerrojos una vez más (¿cuantas llevo?). Cojo mi silla y la apoyo en pared. Me siento y contemplo mi obra. Todo está de nuevo en su sitio, ya vuelvo a tener en orden a mi querido/odiado altillo. Así que me siento mirando a la puerta y comprobando que nadie entre. Aquí, mientras se posa el polvo, capa a capa.

lunes, 10 de diciembre de 2018

La revolución de las cloacas 9!!!!

... ya está a punto de llegar. Cuando está a mi altura, no sé por qué, saltó encima de él, a su espalda, y caemos los dos en el suelo. En la caída el tipo da media vuelta hacia un lado con lo que cae encima mío. Yo caigo encima de una vía que me golpea en el hombro, por detrás. En la oscuridad, el tipo se revuelve encima mío y se levanta. Ahora me disparará o me pateara, pero no, tal como se incorpora sale corriendo hacia dónde se dirigía antes . entonces noto un olor diferente en el aire.



- ¡Espera! - le grito - ¡No me dejes aquí!



Se detiene y se gira. Sí, es el, el olor intenso a chicle de menta no deja lugar a dudas. Es "el masticador" "mi niñera".
Me pongo de pie y escucho, detrás nuestro ya no se oyen ruidos, así que enciendo la linterna y voy hacia él. Está medio encorvado con las manos en las rodillas, recuperando el aliento, cuando llego a su altura se incorpora y me abraza.



- ¡Pensé que habíais muerto todos! - me dice de forma entrecortada, ya que, sus pulmones todavía no han recuperado todo el aire.



Yo le contesto con un gruñido de dolor el hombro me duele horrores y el abrazo no me sienta bien.



- ¿Te hiciste daño? ¿Puedes mover el brazo?
- Si, me duele cuando lo hago, pero lo puedo mover.
- Yo he salido corriendo, no sé cómo ni hacia dónde. La verdad, es que en este laberinto de túneles no sé dónde estamos.
- Yo estoy igual. Pero igualmente hace tiempo que voy perdido aquí abajo... mi plan de supervivencia se basa, sobre todo, en dejar los tiros atrás e ir en otra dirección punto es como mejor me ha ido. No soy militar y no voy ahora a convertirme en Steven Seagal. Lo único que intento es sobrevivir. Hasta que termine esta locura.
- Ja, ja, ja, la verdad es que tu plan me parece coherente, si te parece me uniré a ti para huir hacia el futuro.
- Lo prefiero, he pasado mucho tiempo solo y no es agradable.



Nos ponemos los dos en marcha. Seguimos en la dirección que creemos más segura, cuando se detiene y se da un golpe con la mano en la frente.



- ¡Qué tonto soy! - dice mientras pone la mano dentro su chaqueta- Tengo esto para ti - saca una cartera, la abre y de dentro coge un blíster de pastillas y me lo da - es ibuprofeno te irá bien para el dolor quédate el resto.



Seguimos andando, en silencio, cada vez parece que estamos más serios, centrados solo en andar hacia delante, en cruzar otra estación de forma segura. En nuestro viaje atravesamos tres estaciones sin problemas. En las tres quedaba gente refugiada pero nos ignoraron cuando pasábamos. Ahora llegamos a la cuarta, la cual está medio derrumbada, la iluminación no funciona y no se ve forma de acceder a los pasillos de la estación.



- Mejor paramos aquí y dormimos o intentamos descansar, no creo que encontremos un lugar tranquilo para pararnos como este- le digo.



Nos subimos a los escombros que llenan la estación y detrás de un montículo improvisamos una pequeña zona que nos proteja y nos esconda mientras descansamos. Cuando nos tumbamos poco tenemos que hacer, no tenemos agua ni comida, así que como podemos nos echamos sobre las piedras para intentar dormir un poco. Caigo rápido en un profundo y extraño sueño, lleno de sombras y ojos acechando en la oscuridad.



Juan, mi compañero, me despierta me pone la mano en la boca y con la otra se lleva el dedo a sus labios indicándome que no haga ruido, después señala al otro al lado de las piedras, en dirección a las vías. Despacio, me doy la vuelta y me incorporo un poco para ver por encima del montículo. Un ruido se acerca por el túnel y cuando saco la cabeza, veo que de la dirección hacia la que nos dirigimos un grupo de soldados entra en la estación. Es el grupo más numeroso que he visto hasta ahora, en principio pasan de largo, pero un grupo pequeño, seis de ellos, se detienen y empiezan a inspeccionar la estación. Juan y yo nos dejamos caer en nuestro refugio.



- ¿Qué hacemos? - me susurra.



- Esperar y rezar para que no suban hasta aquí



Sin asomar las cabezas vamos escuchando cómo van trepando por los escombros y cada vez se encuentran más cerca. Dentro de poco nos descubrirán. Un ruido de golpes cortos y secos se oye desde abajo ¿disparos? alguien grita:



-¡ Rápido bajad!



Juan y yo nos miramos sin entender nada, entonces escuchamos el ruido de botas bajando de la montaña de runa. Juan, asoma un poco la cabeza y me hace señas para que mire. Cuando levanto la cabeza, me da el tiempo justo de ver salir a los soldados corriendo y metiéndose en el interior del túnel. Parece que los disparos vienen de allí. Juan está apunto de incorporarse para salir pero lo de tengo. Le señaló en dirección a la vía, en mitad de la estación, queda un soldado. Por encima de las piedras se le ve el casco. Los disparos se van alejando. El soldado mira a un lado y a otro de la vía y se sube encima. Apoya su arma en unas piedras y se sienta mirando hacia el túnel por el que se han ido sus compañeros. Se quita el casco, se lo pone encima de las piernas y se enciende un cigarro. Juan y yo decidimos esperar a ver qué hace, agachados, en nuestro pequeño fuerte.



Pasa el rato y nadie aparece. El soldado apaga el cigarro y se pone cómodo con un pequeño montículo de piedras que tiene en la espalda. Al poco empieza a dar cabezadas y se queda dormido. Le hago una señal a Juan para que me siga y empiezo a escalar nuestro refugio despacio, intentando no hacer demasiado ruido. Conforme voy bajando un pensamiento empieza a preocuparme ¿está dormido de verdad? ¿nos ha visto antes y hace esto para que salgamos de nuestro escondite y así tenernos a tiro? Cada vez estoy más nervioso, las palmas de la mano me sudan horrores, cada pequeño ruido que hacemos lo noto intensificado y me parece que lo vamos a despertar a cada momento. Llego con éxito hasta el borde del anden y me descuelgo sin hacer mucho ruido, despacio, muy despacio, hasta las vías de la estación. El estrés hace que mi corazón palpite como si hubiese corrido una maratón. Levanto la vista, y entonces el corazón se me para de golpe. Juan ha cogido otra ruta para bajar y ahora está a la altura del soldado. ¿¿Qué hace?? se acerca a él, y se agacha sobre el soldado, ¡¡lo van a descubrir!! ¡¡nos van a descubrir!!. No sé donde meterme. Entonces se incorpora, se aleja un poco y empieza a bajar a las vías. Viene hacia mi con una sonrisa de oreja a oreja. Le susurro:



- ¿Qué has hecho? - Me enseña, con gesto triunfal, una mochila militar que lleva a ala espalda. Sacudo la cabeza enfadado y empiezo a andar hacia el túnel para poder huir de esa maldita estación.



Cuando llevamos un rato andando, me dice:



- ¿Qué te pasa?¿Por qué te has enfadado?



- ¿Para qué le has cogido su mochila?¿y si se hubiese despertado?¿Qué crees que hará cuando se de cuenta de que le han robado la mochila?



- Estamos muertos de hambre y de sed, seguro que en la mochila lleva provisiones, tenemos que asumir algún riesgo si queremos seguir con vida, y total ¿A quién le va a decir que se ha dormido haciendo una guardia y mientras tanto le han robado?



Su razonamiento no deja detener lógica.... y tenemos hambre y sed. Acordamos, igualmente, darnos un espacio de seguridad y seguir alejándonos más de la estación. En cuanto encontremos un sitio en el que nos podamos ocultar revisaremos el botín. Nada nos dice que más adelante no nos encontremos con más soldados viniendo hacia nosotros. Seguimos andando y una luz mortecina, extraña, ilumina una parte del túnel, a lo lejos. Nos vamos acercando y resulta ser un agujero en el techo que da al exterior. Conforme nos vamos acercando un aire nuevo, limpio, renovado, va llenando el túnel. Llegamos a la altura del agujero y miramos hacia arriba. Hay un buen trecho hasta la calle. Como tontos, nos quedamos mirando hacia arriba, viendo el cielo. Para que está anocheciendo. Miro a Juan:



- ¿Probamos?



El asiente con la cabeza y empieza a subir. A medida que vamos subiendo se va haciendo más costoso y entonces nos encontramos con cuatro cuerdas que alguien abandonó allí. Las cuerdas suben hasta el borde del agujero. Cogemos dos, tiramos de ellas, y parece que están aseguradas arriba, así que nos ayudamos de ellas para ir subiendo hasta el exterior. Cuando llegamos arriba, nadie nos espera... No hay nadie vigilando el otro extremo de la cuerda... No hay nadie apuntando con un arma a quien salga del agujero...



Salimos del agujero y nos quedamos tumbados en el suelo. Estamos agotados de la subida. Cuando recobramos el aliento, nos sentamos y miramos a nuestro alrededor. El espectáculo es dantesco. Muchos edificios derruidos, columnas de humo suben de algunos montones de piedras.



- Yo no soy de Barcelona, ¿Sabes donde estamos? - Me dice Juan.



- Ahora mismo no sabría decirte ni si esto es Barcelona.



Nos levantamos y andamos un poco, tengo una intuición pero no estoy seguro de que este sea el sitio que creo. Giramos hacia la izquierda y nos encontramos con un túnel de coches inmenso delante nuestro.



- ¿Quieres entrar?



- La verdad es que estoy harto de estar bajo tierra, preferiría echar primero un vistazo para ver como están las cosas por aquí arriba.



Subimos por el exterior del túnel, una calle empinada nos dirige hacia la parte alta de la montaña. Esta oscureciendo y las luces de la ciudad funcionan a duras penas. Solo algunas de las farolas iluminan y todo lo que vemos es igual, edificios derruidos, coches destrozados, restos de incendios. No vemos luz que salga de ninguno de los pocos edificios que se mantienen en pie. Cuando llegamos a la parte alta de la montaña cogemos una calle que desciende un poco hasta llegar a un mirador que nos debería dar una panorámica de la ciudad. En lugar de eso nos muestra una ciudad destruida, devastada por las bombas y los incendios. El sol despide este día con sus últimos rayos mostrándonos una visión apocalíptica de la ciudad. La oscuridad cubre Barcelona. En alguna calle se ve un pequeño hilo de luces que sobreviven a este caos. Juan y yo nos sentamos en el suelo amparados por la oscuridad y abrimos la mochila. Hemos tenido suerte, lleva latas de comida y una cantimplora. Comemos y bebemos, ya no recuerdo la última vez que me llené comiendo.

- Juan... ¿y ahora...
- ..Qué?


Para aquellos que quieran recordar episodios anteriores .....


O



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