miércoles, 30 de enero de 2019

Cordura .




*-**-*-* Cordura *-**-**-*

Hoy era miércoles, y como cada miércoles que no era 15 ni 23, entró en el establecimiento. Saludó a la cajera con un buenos días y cogió un carrito para ponerse a recorrer el establecimiento. Empezó por el primer expositor al que le dedicó 3 minutos. Cogió una bolsa de comida, de la que cogía cada semana y la puso en el carrito. Al segundo expositor le dedicó 4,30 minutos, tenían 2 ofertas y estuvo comprobando los pesos por kilo, el precio anterior y la procedencia. Al final se decantó por el que creía... estaba convencido de que era el más ventajoso para su bolsillo en la relación calidad precio. Así estuvo moviéndose por el local, paseando por todas las secciones, de manera cabal y organizada. Los productos que eligió no difirieron mucho de lo que acostumbraba a comprar. Al pasar por una sección se detuvo, sin mirarla. La tenía a su derecha, pero hoy no tocaba. Un sudor le empezaba a recorrer la espalda.Las manos las apretaba contra el carro para que no se notase que empezaban a temblarle. El pasillo estaba vacío, nadie se iba a dar cuenta. Sus ojos querían irse hacía la derecha, querían tan solo echar un vistazo... Al final cedió. Poco a poco se giró y allí estaba, era la estantería de dulces y chocolate. La boca se le hacía agua, el corazón se le aceleraba. Cogió una tableta de chocolate, rápido, casi sin mirar cual, la puso en el carro y se alejó con paso rápido de ese mar de tentaciones. Cuando ya no estaba bajo la influencia de esa sección, aminoró el paso y recobró la compostura. ¿qué pensaría la gente si lo viesen correr por el pasillo?¿pensarían que está loco? ¿llamarian a la policía? Ya estaba cerca de la zona de cajas.

Dos personas delante y le tocaba a él.

Con su rigidez corporal habitual se mantenía en la cola esperando, prácticamente sin mover un músculo (no quería que la gente pensara que era persona extraña). Sus ojos querían bajar a mirar el chocolate que había cogido, ya que no sabía cual era. Su mente quería coger la tableta y dejarla antes de que le tocase. Hoy no tocaba comprar eso y no quería que la cajera le mirase raro por haberlo comprado.

Una persona delante y le tocaba a él.

El sudor frío le volvía a pasar por la espalda. La cajera le miró un momento mientras cobraba a la señora que tenía delante y apartó la vista para seguir cobrando. Eso era una señal. Él estaba convencido de que era una señal. Seguro que lo han visto por las pantallas de seguridad y han avisado a la policía. Lo habrán tomado por algún demente, un perturbado o peor ¡por un psicópata!. ¿qué debía hacer? ¿le daría tiempo a salir corriendo antes de que llegara la policía? Pero... ¿y el carro? ¿Qué haría con él? No podía dejarlo allí en medio ocupando espacio...

Le tocaba a él.

Decidió seguir con su rutina y arriesgarse. Se puso en la caja, volvió a saludar a la cajera, como era habitual. Puso todos los productos encima de la cinta transportadora. Uno a uno. Disimuladamente colocaba todos los productos mirando hacía el. En perfecto orden, del más barato al más caro, incluido el chocolate, cuando lo puso en la cinta un leve temblor le apareció en la mano, pero la cajera no se dió cuenta. A medida que le iban cobrando los productos el los colocaba en sus bolsas, bolsas nuevas, sin estrenar, vírgenes, que la cajera le había dado. Cuando la cajera le preguntó si tenía algún cupón de descuento, le dijo que si, que "ahora mismo se lo entrego". Cuando hablaba, saboreaba las palabras. Casi se le podía escuchar pronunciar las haches. Pagó le dio las gracias a la cajera por su amabilidad con una sonrisa estudiada durante 45 minutos en el espejo antes de salir de casa, como era habitual. Cogió las bolsas y se detuvo 5 segundos delante de las puertas automáticas, que abiertas esperaban que alguien las cruzara. Cogió aire y dió un par de pasos para salir de la tienda al exterior. Miró a derecha e izquierda, como era habitual, y no vió a ningún agente esperando así que se puso a andar dobló la esquina y se sentó en la parada del autobús a esperar que pasara el 27. Se tranquilizó, los espacios abiertos le tranquilizaban. Miró su reloj. Eran las 12:15 en punto. Estaba a su hora en el sitio que tenía que estar, su horario funcionaba a la perfección. Llegó el autobús y se subió, saludó al conductor con un buenos días, pagó en efectivo con el importe justo, como era habitual. Se bajó en la siguiente parada y esperó que viniera el bus 45. tardó 1:30 minutos. Llegó el autobús y se subió, saludó al conductor con un buenos días, pagó en efectivo con el importe justo, como era habitual. Se bajó en la segunda parada y esperó el número 37. Llegó el autobús y se subió, saludó al conductor con un buenos días, pagó en efectivo con el importe justo, como era habitual. Se bajó en la siguiente parada. Miró a izquierda y derecha, todo era extraño, fuera de sitio, pero nada parecía una amenaza inminente. Con su paso pausado y constante se dirigió hacia su casa, que estaba en la calle siguiente, al lado de la tienda en la que acababa de comprar, con lo que tenía que dar un rodeo andando para que no lo viesen pasar por delante y no pensaran nada raro.

Llegó a su portería abrió y picó al ascensor para que bajara. Mientras bajaba el ascensor se acordó que su mujer lo esperaba para comer. ¿cómo se llamaba?... Siempre le pasaba lo mismo, se olvidaba de su nombre y eso era un error. Subió hasta su casa. Entró dentro, dejó las bolsas de la cocina y fue hacia la habitación dondes estaba su mujer. Abrió la puerta y una sonrisa espontánea se le apareció en su estudiada cara ¡Laura! Pensó.

La habitación estaba vacía, sin mueble ninguno. El papel de las paredes estaba arrancado. En el suelo, una chica aterrorizada, estaba atada con unas cadenas que estaban sujetas a la pared, amordazada, con los ojos hinchados de tanto llorar.

- ¡Cariño! La comida estará lista enseguida – dijo saboreando las palabras- Espero que tengas hambre – y cambiando a un tono de voz más seco y desagradable – y que te portes bien, no quiero perderte, como pasó con la última -dijo...

... como era habitual.