miércoles, 9 de mayo de 2018

La revolución de las cloacas... 4...

Tras un rato andando por estos pestosos túneles oigo unos ruidos diferentes que vienen del lugar a donde me dirijo . Me detengo y pego mi cuerpo contra la pared. Cierro los ojos en un intento de aumentar la potencia y la definición de los ruidos que me llegan. Pero el intento es en vano. No consigo distinguir los ruidos, ni saber si vienen de lejos o de cerca. Con un miedo constante a lo que me pueda encontrar, sigo por el túnel. Me siento tentado a apagar la linterna, pero todavía no me atrevo a andar por aquí totalmente a oscuras.
Ahora, delante de mí, me encuentro con una bifurcación. Dos caminos que me llevan a dos destinos igual de inciertos. Por suerte, donde se cruzan los caminos, el techo es un poco más alto y puedo estar de pie mientras me decido.
Uno de los dos caminos está en silencio y del otro es de dónde provienen los ruidos que oigo...
¿Qué hacer...?
Al final me decido, voy a probar por dónde vienen los ruidos. Ahora ando un poco más despacio. Intento pegar mi cuerpo lo máximo la pared para reducir la silueta y la linterna la llevo medio tapada con una mano. Ya solo necesito un hilillo de luz para poder seguir el camino.
El ruido va aumentado de intensidad con lo que deduzco que me estoy acercando. No es un ruido concreto, pero sí que es fácilmente identificable. Gente. Ese ruido que hace mucha gente junta cuando no quieren hacer ruido.
El camino por el que voy gira en un codo a la izquierda a 20 metros de donde estoy y una pálida luz alumbra la pared. Apago mi linterna y me la guardo en el bolsillo. Doy un trago a lo que me queda de agua y la cierro. Lo que me pasa ahora mismo por la mente es que espero que este no sea el último trago de agua. Con mi botella en una mano me acerco con el máximo de sigilo posible al codo. El corazón me va a mil.
Asomo la cabeza con cuidado, con miedo a lo que pueda encontrar. Ante mi hay un amplio espacio lleno de gente. Es una vieja estación, abandonada, por la que cruza unas vías de ¿tren?¿Metro? la escena podría parecer la de cualquier película apocalíptica americana. Prácticamente no hay iluminación. Alguna linterna de camping, algún fuego en el suelo, poco más. Casi todo el mundo está sentado/tumbado en el suelo. Acurrucados, abrazándose, parecen mendigos que viven en la calle. Pero yo tengo la misma pinta que ellos. Me decido a salir de mi refugio. El agujero de dónde vengo acaba a 2 metros del suelo, el túnel tiene unos 3 o 4 metros hasta la estación. Dejo caer mi botella y voy controlando hasta dónde llega. Ahora mismo, mi botella vacía, es mi bien más preciado. Me descuelgo del agujero, con cuidado, primero me siento en el suelo pringoso y mojado, y después me doy la vuelta y me quedo colgado agarrándome con las manos hasta que me dejó caer. Me hago un poco de daño en las rodillas, quizás estaba más arriba de lo que creía. Recupero mi botella de agua y voy caminando por las vías para entrar en la estación. Cuando estoy a punto de entrar en la estación, dos tipos saltan desde el andén y me cortan el paso. Los dos llevan subfusiles. Uno con pantalón negro y una camisa rota que en algún momento fue blanca, y el otro, debajo del polvo, lleva un uniforme que consigo reconoce, pero no a la primera. Es un mosso d'esquadra.
-¿Y tú de dónde vienes?
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