lunes, 1 de enero de 2018

Encerrado en mi altillo...


Hoy me he despertado entre sudores, desorientado. No sabía que sucedía, dónde estaba. Poco a poco me fui situando. Me fui relajando. Mi pesadilla todavía se mantenía en mente. Había sido un sueño recursivo, que me atormentaba muchas noches. Pero esta vez parecía real, más real que las otras veces.
Las sombras entraban por la puerta, descorrían los pestillos, abrían los cerrojos, desatrancaban la puerta y conseguían entrar. Se movían por mi querido/odiado altillo a sus anchas. Miraban tras las columnas, abrían los cajones y buscaban mis secretos. Buscaban mis recuerdos para poder examinarlos, para poder criticarlos. Poder reírse de mí,de mis problemas. Poder juzgarme, creerse mejores que yo. Eran varias las sombras que recorrían mi santuario y cuando encontraban algo interesante, se reunían en medio de la sala para poder reírse.
Cuando hubieron saciado sus necias necesidades, se fueron comentando entre ellas lo que habían encontrado. Dejando mi querido/odiado altillo revuelto, desvalijado con las cortinas corridas, la puerta abierta. Los cajones de la cómoda abiertos. El armario revuelto…. Y entonces me despierto. Angustiado. Y cuando consigo situarme, el miedo recorre mi cuerpo. Me parece que la historia es real, que mi intimidad ha sido asaltada y que no me quedan más recuerdos. Que lo han conseguido, que se han llevado mis sueños. Entonces me siento en mi cama. Me pongo mis viejas zapatillas, me arrodillo, levanto las sabanas, miro debajo y allí está. No ha desaparecido. Mi último refugio. Cojo la caja de debajo de la cama y la saco de su escondite. Aquí no se atrevieron a mirar. Debajo de la cama se esconden los grandes secretos y no todo el mundo está dispuesto a enfrentarse. Me siento en el suelo con las piernas cruzadas y pongo la caja entre ellas. La abro lentamente y compruebo su interior. Todo sigue allí. Mis reservas siguen intactas. Mis sueños, mis miedos, mis recuerdos, están perfectamente almacenados. Creía que mi fin estaba cerca, pero no. Eso era lo que ellos creían y me había dejado contagiar por sus emociones. El final no está cerca.

Me siento renacido.

Me siento fuerte.

Me siento, con energía.

Voy a comprobar los cierres, los cerrojos y las ventanas. Seguiré dando guerra.

Continuamos….

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