... ya está a punto de llegar. Cuando está a mi altura, no sé
por qué, saltó encima de él, a su espalda, y caemos los dos en el
suelo. En la caída el tipo da media vuelta hacia un lado con lo que
cae encima mío. Yo caigo encima de una vía que me golpea en el
hombro, por detrás. En la oscuridad, el tipo se revuelve encima mío
y se levanta. Ahora me disparará o me pateara, pero no, tal como se
incorpora sale corriendo hacia dónde se dirigía antes . entonces
noto un olor diferente en el aire.
- ¡Espera! - le grito - ¡No me dejes aquí!
Se detiene y se gira. Sí, es el, el olor intenso a chicle de
menta no deja lugar a dudas. Es "el masticador" "mi
niñera".
Me pongo de pie y escucho, detrás nuestro ya no se oyen ruidos,
así que enciendo la linterna y voy hacia él. Está medio encorvado
con las manos en las rodillas, recuperando el aliento, cuando llego a
su altura se incorpora y me abraza.
- ¡Pensé que habíais muerto todos! - me dice de forma
entrecortada, ya que, sus pulmones todavía no han recuperado todo el
aire.
Yo le contesto con un gruñido de dolor el hombro me duele
horrores y el abrazo no me sienta bien.
- ¿Te hiciste daño? ¿Puedes mover el brazo?
- Si, me duele cuando lo hago, pero lo puedo mover.
- Yo he salido corriendo, no sé cómo ni hacia dónde. La
verdad, es que en este laberinto de túneles no sé dónde estamos.
- Yo estoy igual. Pero igualmente hace tiempo que voy perdido aquí
abajo... mi plan de supervivencia se basa, sobre todo, en dejar los
tiros atrás e ir en otra dirección punto es como mejor me ha ido.
No soy militar y no voy ahora a convertirme en Steven Seagal. Lo
único que intento es sobrevivir. Hasta que termine esta locura.
- Ja, ja, ja, la verdad es que tu plan me parece coherente, si
te parece me uniré a ti para huir hacia el futuro.
- Lo prefiero, he pasado mucho tiempo solo y no es agradable.
Nos ponemos los dos en marcha. Seguimos en la dirección que
creemos más segura, cuando se detiene y se da un golpe con la mano
en la frente.
- ¡Qué tonto soy! - dice mientras pone la mano dentro su
chaqueta- Tengo esto para ti - saca una cartera, la abre y de
dentro coge un blíster de pastillas y me lo da - es ibuprofeno te
irá bien para el dolor quédate el resto.
Seguimos andando, en silencio, cada vez parece que estamos más
serios, centrados solo en andar hacia delante, en cruzar otra
estación de forma segura. En nuestro viaje atravesamos tres
estaciones sin problemas. En las tres quedaba gente refugiada pero
nos ignoraron cuando pasábamos. Ahora llegamos a la cuarta, la cual
está medio derrumbada, la iluminación no funciona y no se ve forma
de acceder a los pasillos de la estación.
- Mejor paramos aquí y dormimos o intentamos descansar, no creo
que encontremos un lugar tranquilo para pararnos como este- le digo.
Nos subimos a los escombros que llenan la estación y detrás de
un montículo improvisamos una pequeña zona que nos proteja y nos
esconda mientras descansamos. Cuando nos tumbamos poco tenemos que
hacer, no tenemos agua ni comida, así que como podemos nos echamos
sobre las piedras para intentar dormir un poco. Caigo rápido en un
profundo y extraño sueño, lleno de sombras y ojos acechando en la
oscuridad.
Juan, mi compañero, me despierta me pone la mano en la boca y con
la otra se lleva el dedo a sus labios indicándome que no haga ruido,
después señala al otro al lado de las piedras, en dirección a las
vías. Despacio, me doy la vuelta y me incorporo un poco para ver por
encima del montículo. Un ruido se acerca por el túnel y cuando saco
la cabeza, veo que de la dirección hacia la que nos dirigimos un
grupo de soldados entra en la estación. Es el grupo más numeroso
que he visto hasta ahora, en principio pasan de largo, pero un grupo
pequeño, seis de ellos, se detienen y empiezan a inspeccionar la
estación. Juan y yo nos dejamos caer en nuestro refugio.
- ¿Qué hacemos? - me susurra.
- Esperar y rezar para que no suban hasta aquí
Sin asomar las cabezas vamos escuchando cómo van trepando por los
escombros y cada vez se encuentran más cerca. Dentro de poco nos
descubrirán. Un ruido de golpes cortos y secos se oye desde abajo
¿disparos? alguien grita:
-¡ Rápido bajad!
Juan y yo nos miramos sin entender nada, entonces escuchamos el
ruido de botas bajando de la montaña de runa. Juan, asoma un poco la
cabeza y me hace señas para que mire. Cuando levanto la cabeza, me
da el tiempo justo de ver salir a los soldados corriendo y metiéndose
en el interior del túnel. Parece que los disparos vienen de allí.
Juan está apunto de incorporarse para salir pero lo de tengo. Le
señaló en dirección a la vía, en mitad de la estación, queda un
soldado. Por encima de las piedras se le ve el casco. Los disparos se
van alejando. El soldado mira a un lado y a otro de la vía y se sube
encima. Apoya su arma en unas piedras y se sienta mirando hacia el
túnel por el que se han ido sus compañeros. Se quita el casco, se
lo pone encima de las piernas y se enciende un cigarro. Juan y yo
decidimos esperar a ver qué hace, agachados, en nuestro pequeño
fuerte.
Pasa el rato y nadie aparece. El soldado apaga el cigarro y se
pone cómodo con un pequeño montículo de piedras que tiene en la
espalda. Al poco empieza a dar cabezadas y se queda dormido. Le hago
una señal a Juan para que me siga y empiezo a escalar nuestro
refugio despacio, intentando no hacer demasiado ruido. Conforme voy
bajando un pensamiento empieza a preocuparme ¿está dormido de
verdad? ¿nos ha visto antes y hace esto para que salgamos de nuestro
escondite y así tenernos a tiro? Cada vez estoy más nervioso, las
palmas de la mano me sudan horrores, cada pequeño ruido que hacemos
lo noto intensificado y me parece que lo vamos a despertar a cada
momento. Llego con éxito hasta el borde del anden y me descuelgo sin
hacer mucho ruido, despacio, muy despacio, hasta las vías de la
estación. El estrés hace que mi corazón palpite como si hubiese
corrido una maratón. Levanto la vista, y entonces el corazón se me
para de golpe. Juan ha cogido otra ruta para bajar y ahora está a la
altura del soldado. ¿¿Qué hace?? se acerca a él, y se agacha
sobre el soldado, ¡¡lo van a descubrir!! ¡¡nos van a descubrir!!.
No sé donde meterme. Entonces se incorpora, se aleja un poco y
empieza a bajar a las vías. Viene hacia mi con una sonrisa de oreja
a oreja. Le susurro:
- ¿Qué has hecho? - Me enseña, con gesto triunfal, una mochila
militar que lleva a ala espalda. Sacudo la cabeza enfadado y empiezo
a andar hacia el túnel para poder huir de esa maldita estación.
Cuando llevamos un rato andando, me dice:
- ¿Qué te pasa?¿Por qué te has enfadado?
- ¿Para qué le has cogido su mochila?¿y si se hubiese
despertado?¿Qué crees que hará cuando se de cuenta de que le han
robado la mochila?
- Estamos muertos de hambre y de sed, seguro que en la mochila
lleva provisiones, tenemos que asumir algún riesgo si queremos
seguir con vida, y total ¿A quién le va a decir que se ha dormido
haciendo una guardia y mientras tanto le han robado?
Su razonamiento no deja detener lógica.... y tenemos hambre y
sed. Acordamos, igualmente, darnos un espacio de seguridad y seguir
alejándonos más de la estación. En cuanto encontremos un sitio en
el que nos podamos ocultar revisaremos el botín. Nada nos dice que
más adelante no nos encontremos con más soldados viniendo hacia
nosotros. Seguimos andando y una luz mortecina, extraña, ilumina una
parte del túnel, a lo lejos. Nos vamos acercando y resulta ser un
agujero en el techo que da al exterior. Conforme nos vamos acercando
un aire nuevo, limpio, renovado, va llenando el túnel. Llegamos a la
altura del agujero y miramos hacia arriba. Hay un buen trecho hasta
la calle. Como tontos, nos quedamos mirando hacia arriba, viendo el
cielo. Para que está anocheciendo. Miro a Juan:
- ¿Probamos?
El asiente con la cabeza y empieza a subir. A medida que vamos
subiendo se va haciendo más costoso y entonces nos encontramos con
cuatro cuerdas que alguien abandonó allí. Las cuerdas suben hasta
el borde del agujero. Cogemos dos, tiramos de ellas, y parece que
están aseguradas arriba, así que nos ayudamos de ellas para ir
subiendo hasta el exterior. Cuando llegamos arriba, nadie nos
espera... No hay nadie vigilando el otro extremo de la cuerda... No
hay nadie apuntando con un arma a quien salga del agujero...
Salimos del agujero y nos quedamos tumbados en el suelo. Estamos
agotados de la subida. Cuando recobramos el aliento, nos sentamos y
miramos a nuestro alrededor. El espectáculo es dantesco. Muchos
edificios derruidos, columnas de humo suben de algunos montones de
piedras.
- Yo no soy de Barcelona, ¿Sabes donde estamos? - Me dice
Juan.
- Ahora mismo no sabría decirte ni si esto es Barcelona.
Nos levantamos y andamos un poco, tengo una intuición pero no
estoy seguro de que este sea el sitio que creo. Giramos hacia la
izquierda y nos encontramos con un túnel de coches inmenso delante
nuestro.
- ¿Quieres entrar?
- La verdad es que estoy harto de estar bajo tierra, preferiría
echar primero un vistazo para ver como están las cosas por aquí
arriba.
Subimos por el exterior del túnel, una calle empinada nos dirige
hacia la parte alta de la montaña. Esta oscureciendo y las luces de
la ciudad funcionan a duras penas. Solo algunas de las farolas
iluminan y todo lo que vemos es igual, edificios derruidos, coches
destrozados, restos de incendios. No vemos luz que salga de ninguno
de los pocos edificios que se mantienen en pie. Cuando llegamos a la
parte alta de la montaña cogemos una calle que desciende un poco
hasta llegar a un mirador que nos debería dar una panorámica de la
ciudad. En lugar de eso nos muestra una ciudad destruida, devastada
por las bombas y los incendios. El sol despide este día con sus
últimos rayos mostrándonos una visión apocalíptica de la ciudad.
La oscuridad cubre Barcelona. En alguna calle se ve un pequeño hilo
de luces que sobreviven a este caos. Juan y yo nos sentamos en el
suelo amparados por la oscuridad y abrimos la mochila. Hemos tenido
suerte, lleva latas de comida y una cantimplora. Comemos y bebemos,
ya no recuerdo la última vez que me llené comiendo.
- Juan... ¿y ahora...
- ..Qué?
Para aquellos que quieran recordar episodios anteriores .....
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